En julio de 1975, dos agentes de la Policía Nacional de Guatemala, Marco Tulio Osorio y Lauro Alvarado y Alvarado, fueron fusilados en el interior del penal de Pavón por el asesinato de María Etelvina Flores Herrera, una joven guatemalteca de 19 años. Este caso, conocido como el "Caso Etelvina", no solo expuso la brutalidad de las fuerzas de seguridad en la década de 1970, sino que también puso en evidencia las fallas del sistema de justicia y el clima de impunidad que imperaba en el país.
El crimen que sacudió a una nación
La tarde del domingo 9 de junio de 1974, Luis Felipe Martínez Alonso y su novia, María Etelvina Flores Herrera, salieron a pasear por la zona 5 de la Ciudad de Guatemala. Ambos jóvenes, profundamente enamorados, decidieron disfrutar de un día soleado en lugar de ir al cine. Sin embargo, lo que comenzó como una tarde tranquila terminó en tragedia.
Mientras caminaban, una patrulla de la Policía Nacional se detuvo junto a ellos. Los agentes, Marco Tulio Osorio y Lauro Alvarado, pidieron los documentos de identificación de Luis Felipe. Aunque el joven cumplió con la solicitud, los policías lo acusaron de un delito menor y, sin mediar palabra, lo golpearon y lo obligaron a subir a la patrulla junto con María Etelvina.
Los agentes llevaron a la pareja a un terreno baldío cerca del Instituto Austriaco, en las afueras de la ciudad. Allí, bajaron a Luis Felipe del vehículo y le dispararon a quemarropa. El joven cayó al suelo, y uno de los agentes le disparó nuevamente para asegurarse de que estuviera muerto. Luego, arrojaron su cuerpo a un barranco y se llevaron a María Etelvina, cuyo destino sería aún más trágico.
La lucha por la justicia
Milagrosamente, Luis Felipe sobrevivió al ataque. A pesar de sus graves heridas, logró arrastrarse hasta la carretera, donde un transeúnte lo encontró en las primeras horas del lunes. Fue trasladado de urgencia a un hospital, donde permaneció varios meses recuperándose. Mientras tanto, el cuerpo de María Etelvina fue encontrado en otro sector de la ciudad. Al no portar identificación, fue registrada en la morgue como "XX".
El director de la Policía Nacional, informado del caso, actuó con rapidez. Identificó a los agentes responsables a través del número de la patrulla y ordenó su arresto. Los patrulleros, originarios de una provincia guatemalteca, fueron llevados a los separos de la cárcel para enfrentar un juicio que se prolongó durante meses.
El proceso judicial estuvo marcado por numerosos intentos de los abogados defensores para salvar la vida de los acusados. Sin embargo, el testimonio de Luis Felipe, quien reconoció a los agentes como sus agresores, fue clave para su condena. Finalmente, en julio de 1975, Osorio y Alvarado fueron trasladados a Zacapa, donde serían ejecutados.
El impacto del caso Etelvina
El fusilamiento de los agentes no solo puso fin a un caso que había conmocionado a la sociedad guatemalteca, sino que también generó un amplio debate sobre el papel de las fuerzas de seguridad y la aplicación de la justicia en el país. El "Caso Etelvina" se convirtió en un símbolo de la violencia institucional y la impunidad que caracterizaron a Guatemala durante esa época.
José Eduardo Valdizán, quien documentó el caso, destacó el temor que las fuerzas de seguridad generaban entre los ciudadanos, así como la falta de un Estado de derecho efectivo. Además, resaltó el papel de los medios de comunicación en la difusión del caso y la presión pública que llevó a la condena de los responsables.
El fusilamiento de Osorio y Alvarado también reavivó el debate sobre la pena de muerte en Guatemala. Mientras algunos celebraron la ejecución como un acto de justicia, otros cuestionaron su eficacia para prevenir crímenes similares.
Un legado de lucha y memoria
El "Caso Etelvina" sigue siendo un recordatorio de la importancia de la justicia y la transparencia en un sistema democrático. La valentía de Luis Felipe al denunciar a sus agresores y la determinación de las autoridades en llevar el caso hasta sus últimas consecuencias demostraron que, incluso en los momentos más oscuros, es posible luchar por la verdad y la justicia.
Hoy, más de cuatro décadas después, el nombre de María Etelvina Flores Herrera sigue siendo un símbolo de la lucha contra la impunidad y la violencia en Guatemala. Su historia, junto con la de Luis Felipe, nos recuerda que la memoria es una herramienta poderosa para construir un futuro más justo y seguro.
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