En la historia de Guatemala, pocos crímenes han causado tanto impacto como el de Mauricia Hernández Urbina, la primera mujer fusilada en el país. Su historia quedó marcada por los titulares de la época bajo el nombre de "El crimen del tecomate", debido a la manera en que llevó a cabo el asesinato de su esposo.
Todo ocurrió el 15 de marzo de 1939, cuando Mauricia, una mujer de pueblo, se dirigió al lugar de trabajo de su esposo, Bartolo García Morán, para llevarle el almuerzo.
Llevaba consigo una canasta con comida y, en el brazo, un tecomate que contenía limonada. Se sentó junto a él bajo la sombra de un árbol mientras comía, pero no compartió la bebida. Minutos después de ingerir la limonada, Bartolo comenzó a presentar síntomas de envenenamiento. Fue trasladado al Hospital San Juan de Dios, donde falleció poco después.
La autopsia reveló que la causa de muerte había sido un potente veneno. Ante la presión de las autoridades, Mauricia confesó que no había actuado sola, sino que contaba con la complicidad de un hombre llamado Pedro, a quien se le atribuía una relación cercana con ella.
La justicia de la época no tardó en sentenciarlos a ambos a la pena máxima. Fueron ejecutados en febrero de 1941.
El caso generó repudio internacional, pero en Guatemala la sentencia se llevó a cabo sin mayores cuestionamientos. Años después, el caso ha sido objeto de análisis sobre la violencia contra la mujer y la aplicación de la pena de muerte, especialmente porque Mauricia había denunciado haber sido víctima de abusos por parte de su esposo. Sin embargo, la familia de Bartolo siempre defendió la teoría de que el crimen fue motivado por intereses económicos.
Este episodio marcó un precedente en la historia judicial del país, ya que, en la actualidad, la condena a muerte contra mujeres está prohibida en Guatemala.
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